lunes, 21 de diciembre de 2009

Después de alimentar a mi docena de pequeños hijos, tuve que salir de mi acomodada y segura guarida, al frío de la casa, a la inmensidad de los muebles y enfrentarme al miedo de las llamadas personas. Debo haber recorrido unas cuantas piezas. Escondiéndome entre los juguetes de los niños, una guitarra guardada en uno de los closet, ropa tirada en el piso.. hasta al fin encontrar esa puerta de mi salida. Aunque el camino ya estaba en mi memoria esa tarde fue, aparentemente, más larga y desprotegida.
-¡Mira mamá! Es una araña.
- Ay Dios! Casa nueva y aun así no estamos a salvo de estos peligros.

Yo no entendía nada de lo que decían, ni nunca en mi corta vida había visto seres semejantemente grandes, nunca había visto a una persona. Creo que más que la forma que me miraban, me daba miedo su gran tamaño. Y puede ser posible que el miedo se apoderara de mí por unos cuantos segundos.
Finalmente decidí seguir con mi camino en busca de alimento y nuevamente giré hacia la puerta al patio. Corrí muy rápido ya que darles la espalda por tanto tiempo era, quizá, no muy conveniente. Observé como mi amiga Paty la mosca me miraba con sus ojos más saltones que nunca y así comprendí que aquellos seres que se llaman personas no eran tan amigables como yo lo pensé. Corrí, corrí lo más rápido que pude, pero no fue suficiente. Sentí un soplo de viento y luego quedé pegada a un zapato. Caí casi muerta al suelo y solo me quedó decir:
- Ni saben como soy yo, no saben que mis hijos esperan por la comida que les llevaré, aunque les haya dicho que era para mí; y aun así me llaman un peligro.

1 comentario:

  1. me gustó lo textual y lo que se puede interpretar , de veritas me llegó bien adentro de mi conciencia =)

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